sábado, 12 de diciembre de 2009

AGRICULTURA Y AGRICULTORES

El campo está en efervescencia desde hace tiempo y los agricultores no pueden más y se han levantado en pie de guerra ¿contra qué y contra quién? Hay varios problemas, uno, irresuelto claro, cuya resolución no depende de la voluntad de nadie como es la escasez de lluvia o el exceso, a veces, u otros condicionantes meteorológicos y el otro, bueno los otros, porque son varios, que les hacen afirmar que están –ellos, los agricultores- dejados de la mano de Dios, léase del más mínimo apoyo de las administraciones y, por si fuera poco, a merced de los especuladores e intermediarios, que no sé yo si no son la misma cosa.
No han sido pocas las protestas que han llevado a cabo tanto en Madrid como en capitales de provincia o cabeceras de comarca, donde han llegado a regalar camiones enteros de productos del campo como señal de ese descontento. La última, hace unas semanas, fue masiva y repercutió de manera importante en los medios de comunicación. En verdad que no sé si sirvió para algo; probablemente se habrá escapado de boca de los políticos alguna promesa o expectativa de actuación que ya veremos si cristaliza en algo concreto.
Los que nacimos en una tierra donde la agricultura estaba consagrada como la primera actividad, si acaso acompañada por un comercio de relativa importancia y una industria, entonces, poco menos que nula, vivimos una infancia y una primera juventud rodeados de signos y actividades intensamente rurales, aunque nuestro medio de vida no dependiera directamente de los mismos pero sentíamos como nuestra la vida de esos hombres y mujeres esforzados cuando los medios de producción mecánicos y técnicos no existían y eran sus brazos los que, con la ayuda de los animales, sembraban, cuidaban la tierra y recogían el fruto. Naturalmente, este deterioro que acusa ahora el agro español influye sobremanera en nuestro ánimo y nos gustaría poder hacer algo por evitarlo.
Pero vean este titular de un periódico reciente: Del campo a la mesa, la comida se encarece casi el 500% de media, ¡que barbaridad! Y éste de otro diario: Demanda de precios justos para un mercado sin abusos. No se puede comprender por qué cuando el kilo de aceitunas se paga en origen a 0´45€ puede llegar a venderse al consumidor a 3´90, es decir, con un incremento del 764% o la cebolla con un 1.633% y las patatas y las zanahorias con el 1.100% e infinidad de productos más. Pero decimos que no se puede comprender y lo cierto es que si analizamos el proceso sí que nos lo explicamos. Veamos: al labrador se le paga a pie de tierra, como hemos leído, una miseria; si hemos de creerle (puede que tenga razón) tiene que estar descorazonado y a punto de tirar la toalla pero resiste y protesta. Mientras, el que se queda con la producción, se lo transfiere a un tercero y cuando la cosa llega al que se lo vende al público, habrá pasado, quizás, por más manos. ¿Cómo no nos vamos a explicar esos brutales incrementos entre el origen y el destino. Estamos convencidos de que la fórmula usual de tiempos ya prescritos en que el agricultor, muchas veces de pequeñas explotaciones familiares, iba a ciudades importantes próximas, generalmente cabeceras de comarca o capitales de provincia y ofrecía frutas y hortalizas excelentes a precios muy razonables, claro, no había intermediarios y menos especuladores. La cadena de distribución actual necesita, imprescindiblemente, de los primeros aunque con menos escalas de las que ahora existen, pero nunca de los otros. La teoría del libre comercio legalmente lo impide pero ¿esto es justo? No, evidentemente.

Jesús GONZÁLEZ FERNÁNDEZ