lunes, 15 de marzo de 2010

LAS INCOMPRENSIONES

Hay un abundantísimo abanico de hechos, actos, decisiones o comportamientos en la sociedad que nos ha tocado vivir, que haría falta mucho más espacio del que razonablemente puedo utilizar para no sobrepasar la amabilidad con que la Dirección de CANFALI acoge mis escritos. Voy a condensar, pues, todo lo que pueda para que no sea así.
Las incomprensiones, es decir, el hecho de no entender el porqué de ciertas cosas que pasan, parece que atañen, sobre todo, a los matrimonios, ya sean canónicos, civiles u otras uniones que ahora se dan pródigamente, que no llegan a eso de hasta que la muerte nos separe. Y digo esto porque cuando nos enteramos de que una pareja próxima, conocida o anónima (que ni nos va ni nos viene) solemos decir que no entendemos qué puede haber pasado para que haya sucedido la ruptura y en seguida pensamos en aquello tan manido –pero cierto- de la falta de aguante por parte de uno, del otro o de los dos. Hoy día ni siquiera eso se compadece con la facilidad y la frecuencia con que famosos, famosas o famosísimos se casan y se “descasan” en menos que canta un gallo y, a lo mejor, en unos meses o en unos años, se vuelven a casar entre sí. Son tan frívolas y caprichosas las actitudes de esa gente que no hay día que no tengamos algo de eso. ¿Esto es serio?, pues no. Ahora bien, hay situaciones dramáticas en que ese aguante es imposible y, lamentablemente, desemboca en actos de violencia y, como consecuencia, en la muerte, generalmente de la mujer. Y esta es una de las incomprensiones más evidentes que se nos viene al pensamiento, ¿se puede comprender que haya personas capaces de hacer esa horrible acción?, rotundamente, no.
Pero la variedad del abanico a que nos referimos al principio es tal que bajo la pregunta ¿cómo se puede comprender esto?, tenemos a la vista un montón de casos sin respuesta posible. Aleatoriamente y a vuelapluma podemos exponer algunos.
La Justicia que, naturalmente, hay que aplicarla de acuerdo con las Leyes, toma decisiones, a veces, que nos causan, cuando menos, perplejidad. Si los medios de información y la opinión pública se escandalizan, los autores de las sentencias insisten en que las leyes que contemplan las penas para ciertos delitos, no les dan margen para decisiones más duras; quizá sea verdad pero, entonces, no se puede comprender cómo los políticos no se aplican en modificarlas empleando el sentido común. También la interpretación de las mismas por parte de los jueces tiene algo que ver en esto, pues algunas son elásticas como la goma y, claro, la subjetividad en su análisis es inevitable. Ahí están los ejemplos tan divulgados de ciertos violadores reincidentes que están libres porque todavía no se ha sustanciado el juicio o de esos asesinatos cometidos o participados por menores, o delitos monetarios de gran envergadura que, por prescripción u otros motivos han quedado impunes.
En otro orden de cosas hay más casos que ya pertenecen a lo insustancial y frívolo de las actitudes humanas. ¿Cómo comprender que sucedan hechos tan banales como el de hace días en el estadio Bernabéu, en el que sin que se jugara partido alguno, acudieran al campo más de 40.000 personas para ver a un señor fichado por el Real Madrid a precio de oro y demostrarle una fervorosa adhesión y admiración como si fuera un dios? ¿Y cómo se puede explicar que, según se nos asegura, ese elevadísimo dispendio quedará pronto enjugado por los rendimientos económicos que el tal Kaká va a reportar al club? Eso de las camisetas y otros derivados hará el milagro. Fetichismo puro. Y aún queda Ronaldo que, cuando escribimos estas reflexiones, ya se nos anuncia que va a comparecer de inmediato ante quinientos periodistas de todo el mundo y con más de 75.000 espectadores, vamos, un lleno absoluto.

Esto no es nada ante la locura universal que se ha desatado por la muerte del “ídolo” Mikel Jackson. ¿No tiene la humanidad otras cosas en que pensar, más prosaicas si se quiere, pero también más razonables?
Y habría otras muchas cosas más que a un simple y humilde ciudadano poco versado en estas cuestiones, no le entran en la cabeza; leamos, por ejemplo, la incomprensible demora del Tribunal Constitucional para decirnos, por fin, si es no válido el Estatuto de Cataluña, vigente ya aun sin el necesario dictamen de aquel Órgano o la nula consideración que ha tenido del lado político lo que dicen los técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear al respecto sobre el cierre de la famosa Central de Garoña, para lo que habían sido requeridos.
En fin, que nos lo expliquen.

Jesús GONZÁLEZ FERNÁNDEZ