lunes, 14 de junio de 2010

HEMEROTECA Y MICRÓFONOS

Hemeroteca y micrófonos indiscretos

Hay que ver la facilidad con que los políticos proporcionan tema a los periódicos, sobre todo en estos últimos tiempos, en que se prodigan declaraciones, conversaciones más o menos privadas, artículos o entrevistas, afirmaciones rotundas sobre futuros compromisos que con el discurrir de la actualidad han de contradecirse.
Evidentemente, la letra impresa que, como tal, queda perenne y también las grabaciones audiovisuales, éstas más aún, dejan a los profesionales de esa “ciencia”, de la política, frecuentemente a los pies de los caballos si aplicamos esa manera coloquial de hablar. Ahora se han suscitado dos casos palmarios en personajes de distinto signo, lo que demuestra que tanto los que gobiernan como los opositores (este término puede entenderse como adversarios o, si se prefiere, como aspirantes a gobernar algún día), hablan sin tacha y sin mesura y, a menudo, se les va la lengua en público o en privado.
Empecemos por lo que podríamos llamar “micrófonos indiscretos o más bien traicioneros” porque aprovechan la imprudencia de quienes los han utilizado antes para dirigirse al público o a los periodistas, sin asegurarse de que aún siguen conectados y, claro, se oye aunque sea ya en un tono menor, lo que “cascan” los protagonistas. En esta ocasión fue la Presidenta de la Comunidad de Madrid que utilizó unos términos impropios de su consideración social, refiriéndose a alguien que no sabemos exactamente quién es, aunque se da por hecho por algunos de que se trata de una persona concreta. Hace más tiempo fue el propio Presidente del Gobierno quien, al término de una entrevista televisiva, dialogaba fuera ya de micrófonos con el entrevistador que, indudablemente tenía el mismo perfil ideológico, hablando de la crispación que, según ambos, convenía mucho a las estrategias del partido gobernante. Pensaron que nadie les estaba oyendo pero, otra vez la falta de cautela permitió que, al seguir conectados los micrófonos, nos enteráramos de algo que expresaron y que les hizo flaco favor. Hubo en otras ocasiones “meteduras de pata” de parecida índole quizá menos trascendente, como aquello de manda huevos, frase que se le escapó a un Presidente del Congreso de los Diputados, que recogieron, por la misma razón, la prensa y la televisión. Seguramente hay más casos semejantes, pero para muestra basta un botón.
En cuanto a las declaraciones, compromisos, afirmaciones rotundas, etc., las contradicciones son evidentes como los tiempos se han encargado de demostrar y no siempre se producen con el ánimo de quitar hierro al asunto y no crear justificadas alarmas que puedan deteriorar la imagen de los gobiernos a que pertenecen los pronunciantes; hay casos en los que se llega a no decir la verdad y de ello puede dar fe una frase que expresó un ministro en el Parlamento, que provocó la hilaridad de la mitad de los diputados: Nosotros nunca hemos negado la crisis -dijo- Hoy, por desgracia, constatamos que los repetidos augurios positivos que se formularon tiempo atrás carecían de fundamento.

Jesús GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

LAS RAÍCES GRIEGAS Y LATINAS

Cambian los tiempos, las costumbres y cambian las normas por las que, generalmente, se han venido rigiendo las conductas educativas y sociales de las personas. Efectivamente, teniendo en cuenta cómo se habla y cómo se escribe ahora, con la anuencia de las autoridades del lenguaje llevadas por la inercia de lo que llaman la espontaneidad de los ciudadanos al “crear” nuevos términos o “prostituir” o, por decirlo más suave, alterar los ya existentes, se puede considerar que lo de “limpia, fija y da esplendor” –lema de la Real Academia Española- ha quedado obsoleto. Sobre ello hice ya algún apunte tiempo atrás en este mismo periódico. Parece consecuente que los tres términos no pueden seguir juntos porque, si lo de dar esplendor significa incorporar sin tacha las nuevas y numerosas tendencias del vulgo al idioma, por mucho que se hayan popularizado, lo de limpiar y fijar no se ejerce, no hay criba. Asumo las críticas que estas consideraciones me pueden proporcionar pero creo que hoy día podemos pensar y expresarnos libremente y así lo hago.
Viene esto a cuenta de que, hojeando algún libro de consulta, más que nada por curiosidad y por entretenimiento, me he topado con la palabra referéndum, de la que se dice que el plural más frecuente es referéndums, aunque se recomienda decir el singular anteponiendo el artículo plural los para ese número gramatical del nominativo. Pero –según dicen los libros actuales- es conveniente “españolizar” el término primitivo llamándole referendo y referendos. A los que nos tocó estudiar los siete años de latín como si fuéramos seminaristas, no se nos ha olvidado que en la declinación cuando el nominativo singular termina en um, el plural lo hace en a, como es el caso de la palabra que nos ocupa en este apartado; es decir, debería ser referenda y también el término desideratum, plural desiderata y otros más. Ahora se tiende a lo práctico o, si se quiere, a lo fácil. Bien, si los doctos académicos lo dan por bueno, sigamos la norma.
Estas consideraciones nos conducen inevitablemente a hablar del debatido tema de las Humanidades. Es bien cierto que, por varios factores, están en decadencia, aunque haya muchas voces que tratan de salvaguardarlas; ¿es que estas disciplinas ya no tienen importancia a la hora de la educación de las generaciones actuales? Según se mire, pues ya sabemos que lo relativo prima sobre lo absoluto y esto no siempre es bueno. El latín, el griego, la historia de las civilizaciones (que nada tiene que ver con la alianza), son el manantial de donde la lengua española y también la valenciana han bebido a través de los siglos y se han forjado en una realidad que no podemos separar de aquellos orígenes. De hecho, no pocos símbolos de elementos químicos se basan en la etimología de las dos lenguas clásicas citadas; sólo tres o cuatro ejemplos: Mercurio Hg (hidrargirium), Potasio K (kallium), Sodio Na (natrium), Antimonio Sb (Stibium) Naturalmente, ya cuento con los que dirán que para qué aprender esas cosas, no tienen utilidad, pero el saber no ocupa lugar y nada está de más.
Los romanos y los griegos dieron nombre a multitud de gentilicios todavía vigentes de las lenguas hispanas y a giros y expresiones que se siguen empleando. A modo de corolario y para terminar, vayan unos cuantos casos elegidos aleatoriamente y a vuelapluma: murviedrés, de Sagunto (Murviedro), complutense, de Alcalá de Henares (Complutum), ilerdense, de Lérida (Ilerda), egarense, de Tarrasa (Egara), accitano, de Guadix (Acci), bastetano, de Baza (Basti), astigitano, de Écija (Astigi), urgaonense, de Arjona (Urgabona), iliberritano, de Granada (Iliberri), iliturgitano, de Andújar (Iliturgi), mirobrigense, de Ciudad Rodrigo (Mirobriga), cauriense, de Coria (Caurio), elisano, de Lucena (prov. Córdoba) (Elisana), asturicense, de Astorga (Astúrica Augusta), egetano, de Vélez Rubio (Egeta), bilbilitano, de Calatayud (Bilbilis), alistano, de Alcañices (Aliste). Suficiente. Alguno de estos gentilicios y otros no citados derivan no de nombres de antiguas ciudades, sino de ríos u otros accidentes geográficos y en bastantes casos tienen ya su nombre, digamos, contemporáneo. Por ejemplo, a nadie se le ocurriría ahora llamar iliberritano a un señor de Granada. Muchos más podríamos mencionar, pero por ahora ya basta.

Jesús González Fernández