martes, 17 de noviembre de 2009

LITERATURA Y LENGUAJE



Inmersos como estamos en la “vorágine” actual del Lenguaje que es el medio de expresión en la Literatura, que soporta los cambios que le imponen los usos y costumbres y los nuevos descubrimientos de la Ciencia, hurgando en los anaqueles que nos legaron nuestros antepasados, nos hemos encontrado con un curioso libro datado en 1902, centenario, por tanto, que escribió el profesor Mario Méndez Bejarano y prologó el eximio Nobel don José Echegaray. Como preludio consta un dictamen de la Real Academia Española a instancias del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Para escribir este trabajo vamos a sustentarnos en dicho Tratado, pues, en realidad, es tal, así como en otra publicación contemporánea, relativamente reciente se puede decir, del académico Fernando Lázaro Carreter, ya fallecido, titulado El dardo en la palabra, continuado por otro de parecido título, sólo anteponiendo al primer sustantivo el adjetivo nuevo y de semejante contenido.


El autor de la obra centenaria que comentamos la divide en doce Libros con sus correspondientes capítulos, epígrafes y subepígrafes consiguientes y que constituyen un tratado amplísimo y completo sobre la Literatura. Apuntamos alguno de ellos únicamente, por no hacer exhaustiva la lista: Concepto de la Literatura. Hace aquí el profesor Méndez Bejarano un distingo al hablar de la expresión (la etimología dice que Littera –Literatura- es tratado de aquélla), pero no toda expresión ha de considerarse literaria “puesto que en la vida vulgar todos hablamos y escribimos, sin que por eso pueda decirse que cultivamos la Literatura”. “... en este orden de expresión debe latir un elemento de belleza y, por consiguiente, de orden, del que carece la expresión vulgar”. Menciona luego a dos ilustres académicos de la Lengua de mediados del siglo XIX, don José Fernández Espino, autor de varios libros como “Literatura General” y “Estudio de Literatura y crítica”, que definía a la Literatura como el arte que imita la Belleza por medio del Lenguaje y, el segundo, don Francisco de Paula Canalejas y Casas, quien fue presidente de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, que, en parecidos términos, hacía la afirmación de que era –la Literatura- manifestación artística del pensamiento humano por la palabra hablada o escrita. La Literatura como ciencia y como arte, La Preceptiva, La Retórica, La Estética, Sujeto del Arte Literario (El Escritor), Objeto del Arte Literario (La obra literaria), La Palabra-Del Lenguaje y, naturalmente, dedica también unos capítulos a la Poesía, a la Versificación.

Pero, volviendo a la expresión vulgar y la expresión literaria a que se alude más arriba, entramos en otros apartados relativos a la palabra y sentencia Méndez Bejarano que la literaria es un estado de la palabra superior al vulgar, en armonía con la alteza de su misión. “Comenzando por la dicción, veamos qué condiciones para el lenguaje vulgar indiferente son imprescindibles para la palabra literaria: Pureza, corrección, claridad, propiedad... La virtud de hablar con propiedad consiste en que exprese la idea de una manera exacta e íntegra” Viene a seguido un análisis exhaustivo que recoge los vicios y las impropiedades más frecuentes a la hora de expresarse incluso particularizándolos geográficamente y dando una especial importancia al laísmo y al leísmo, estos dos, por cierto, frecuentísimos en el habla de los ciudadanos de hoy día, aunque parece que entonces, también. Y esto nos da pie para desembocar en lo referente a esos otros libros que señalábamos al principio, “El dardo en la palabra” y su continuación “El nuevo dardo en la palabra”, de Lázaro Carreter , recopilando una serie de artículos periodísticos que había publicado el autor en varios medios impresos de España y América. Hace ahora cuatro años que escribíamos un artículo al respecto pero incidiendo más que en la utilización incorrecta de las palabras o de las frases, es decir, en los vicios de dicción, en la incorporación de vocablos absurdos y deleznables en cierto modo, al habla general, que se difunden y se acogen con rapidez por la sociedad y que, por aquello de la riqueza del idioma, llegan a ser bendecidos por la Real Academia Española. Lamentable es, de por sí, que cuando existen en español tantos y tantos sinónimos para llamar a una cosa, haya quien conculque las reglas por la imposición sistemática de tales giros o voces absolutamente incorrectos que se inventa no sabemos quién y que, con el tiempo, llegan a gozar, como decimos, del beneplácito de la Academia que los “legaliza”. El que fuera Director de la misma desde 1991, decía: “Procurar que el idioma mantenga una cierta estabilidad interna es un empeño por el que vale la pena hacer algo, si la finalidad de toda lengua es la de servir de instrumento de comunicación dentro del grupo humano que la habla, constituyendo así el más elemental y a la vez imprescindible factor de cohesión social: el de entenderse” Y seguía refiriéndose a las dos tensiones existentes, la de permanecer y la de cambiar, esta última manifiesta una indisciplina que hace peligrar la intercomunicación entre millones de hablantes. En los párrafos transcritos del ilustre académico está, creemos, la clave del asunto y recalcamos el término de indisciplina, que tiene mucho que ver con ello; ¿acaso es lo mismo incorporar cliché, parqué, chalé, para cuyas palabras no teníamos en castellano otras semejantes, que relax (existe relajamiento) o fútbol (que equivale en nuestro idioma a balompié, que ya sabemos que se ha quedado en desuso, pero que definía con toda precisión el deporte practicado con los pies y una pelota?) De todos modos, estas dos últimas las incorporó la Academia utilizando los anglicismos de donde provenían, pero ¿qué decir de estas otras “perlas” del lenguaje de la calle más absurdo e impropio como cuánto me mola, comer el coco y la más famosa de gilipollas, cuando ya teníamos otro término cuya acepción es idéntica al que ahora se ha admitido, que era gilí sin necesidad de añadirle nada?. El “lenguaje” de los mensajes telefónicos SMS que, en aras de una supuesta comodidad y economía, está acabando con las comas, los puntos y los acentos gráficos y donde no se distingue la ortografía de la B y la V, de la Q y la K, de la H, etc., ¿lo tendremos que asumir también?


Parece que estas cosas son derivadas de la relajación existente en el acercamiento a la Cultura y, principalmente, de esa lacerante indisciplina que sufre el lenguaje porque hoy se llama cultura a cualquier cosa. Sería más lógico que los ilustres académicos y los que se dedican a la docencia de las Letras trataran de “entrar” en las mentes de esos individuos que se inventan palabras raras e incorrectas, para que se corrigieran y no al revés porque, si no, lo de “limpia, fija y da esplendor”, con todos los respetos, parece contradictorio con la realidad.


Jesús GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario